jueves, 9 de agosto de 2018

Tarnished Crown (Erin Watt) En Español - Capítulo 20



Savannah

Presente

“Bayview es como la prisión para Steve. Cuando él no está aquí piensa que puede hacer cualquier mierda y escaparse,” explica Gid mientras maneja por una amplia carretera asfaltada con grandes mansiones de piedra a cada lado.

“¿Dónde estamos?” Me giro en mi sitio mientras veo una parte de la ciudad en la que nunca he estado antes. Hay un poco de tráfico, mucho verdor, y yardas y yardas de esgrima.

“En donde vas a conseguir las cosas buenas,” responde Gid de forma misteriosa.

Hace dos giros y luego se detiene a la velocidad de un caracol.

“Tengo miedo de preguntar cómo conoces este sitio,” digo, observando el estrecho y oscuro valle a través del parabrisas.  

“Unos chicos del Alpha Zeta vinieron aquí el otoño pasado. Creo que estaban tratando de presumirse ante Cal y yo.”

“¿Quiero saber lo que hay adentro?”

“Probablemente no,” el admite. “Pero es exactamente el tipo de compañía que atraería a Steve.” Lo que significa que está lleno de cosas sórdidas y degeneradas. “De hecho, ahí está.” Señala a la izquierda.

Mientras pasamos, veo las curvas distintivas del muy costoso auto deportivo de Steve. Gideon continúa por el callejón y se estaciona en frente de una fila de setos que esconden un pequeño camino de entrada.

“Espera,” me dice, y se voltea detrás suyo para alcanzar la comida que compramos en el camino.

“¿Entonces la mortadela no es para cenar está noche?” pregunto irónicamente.

“Si tenemos alguna que sobre, es toda tuya.” El agarra una gorra negra del asiento trasero. “Aquí tienes.”

La tomo y le doy vuelta. “¿Este es nuestro disfraz?”

 Él se coloca otra a juego sobre su cabeza. “Sip. No hay ninguna cámara aquí atrás, pero sólo por si acaso. Además, te ves caliente como el infierno con una gorra de béisbol.”

Él me da una sonrisa rápida y luego salta fuera del Rover. Me pongo el gorro en la cabeza y luego rebusco en mi bolso una liga de pelo. El único inconveniente de tener grandes rizos es que se interponen en el camino. Para cuando termino de envolver mi cabello, Gideon tiene la puerta abierta.

“¿Lista?”

“Lista,” respondo, tomando su mano.

Agarrando mi palma fuertemente sobre la suya, él empuja la puerta con su cadera y luego me lleva por el silencioso callejón.

Mientras pasamos de un auto caro a otro, la curiosidad me gana. “Tengo que saber. ¿Exactamente qué es lo que hacen todos aquí?”

Él encoje los hombros. “¿Cuánto dinero tienes y  qué es lo que quieres? Esos son prácticamente los únicos criterios.”

Mi imaginación corre salvajemente, pero no hago más preguntas porque llegamos a las ruedas de Steve. Gideon saca la botella de super goma y un pequeño cuchillo de cocina. Él se inclina al lado del neumático del acompañante. “Aquí, sostén esto,” dice, alcanzándome el tubo de pegamento.

Lo agarro con mis manos sudorosas y lo observo mientras desenrosca el tapón de la válvula y presiona la punta del cuchillo contra el accesorio metálico. El aire hace un silbido ya que se escapa del neumático.

“Estoy dejando salir el aire y luego vamos a pegar la tapa de nuevo,” explica.

“¿Para qué son la mortadela, el queso y la mantequilla de maní?” Tenía serias dudas cuando puso esos artículos en la canastilla del supermercado, pero decidí esperar y ver cuáles eran sus planes.

“Vamos a poner el queso en el silenciador. Se debería derretir mientras conduce y apestará el interior del automóvil. La mortadela tiene ácido fosfórico lo que hará que la pintura se despegue. Lo mismo con la mantequilla de maní.”

“¿Y la mayonesa?”

“Eso es para el parabrisas.”

“¿Esto es lo que has estado aprendiendo en la universidad?” Suspirando, cambio el pegamento por la tapa de la válvula.

Él encaja la tapa de regreso sobre la válvula y se mueve hasta el siguiente neumático. “Cal y yo pasamos una noche de borrachera buscando usos destructivos que le podemos dar a la comida. Estaba circulando un artículo que decía como construir bombas usando diferentes cosas que puedes comprar dentro de un aeropuerto y eso se convirtió en una discusión sobre si pudiéramos construir un explosivo con las cosas que compras en una tienda de comida orgánica.”

“Es una discusión muy saludable,” bromeo.

“Lo sé, ¿verdad? Somos simplemente un par de intelectuales.”

Mientras él terminaba con las llantas y el silenciador, yo empecé con la mayonesa. Es casi divertido esparcir la mayonesa por el parabrisas. Tarareando, vacío el contenido sobre el mismo limpia parabrisas y luego regreso atrás donde la mochila para coger la mantequilla de maní. Tengo las dos puertas, el parabrisas y el capó de carro decorado para cuando Gideon se me une.

“Ta da,” digo, tirando mi brazo hacia el auto.

Él asiente con aprobación. “Buen trabajo.”

Una risilla tonta se escapa. “El vandalismo se siente muy bien. ¿Qué pasa si me quedo atrapada en esto?”

“Mi cuenta de fideicomiso es bastante decente. Creo que podría pagar una fianza.” El agarra mi mano y trotamos hasta el Rover.

“Probablemente me siga metiendo en problemas si tú me sacas,” le advierto.

Sus labios se tuercen mientras arroja su mochila llena de condimentos en la parte trasera del Rover. El ardor en esa sonrisa podría mantenerme caliente durante todo el invierno de Carolina. Respiro profundamente solo para encontrarme sin aliento casi de inmediato.
Gideon toma mi muñeca y me acerca. “Como dije, tengo tu fianza cubierta.”

Me siento inestable. Mis tobillos están débiles y mi centro de gravedad está inclinado hacia Gid. “¿Cómo para cuantas veces?”

“Todas las que necesites.” Su boca está a un susurro de la mía. Huelo la menta en su aliento, siento el aire caliente sobre mi mejilla. “Por el tiempo que necesites.”

Su mano se desliza por mi muñeca, girando más allá de mi codo y sobre mi hombro, por el hueco al lado de mi rostro. Dejo de respirar entonces. El aire está muy pesado para llenar mis pulmones. Tengo miedo de que cualquier movimiento lo haga desaparecer, como lo hizo en mis sueños pasados.

“Savannah,” él murmura. Su pulgar se desliza sobre mi barbilla y luego se presiona sobre la mitad de mi labio inferior.

Siento ese contacto por todo el camino hasta mi corazón. Sus dedos giran alrededor de mi nuca. Lentamente, él me atrae hacia adelante, dándome el tiempo para alejarme. Me muevo. De puntillas. Más cerca. Lo suficientemente cerca para eliminar la distancia entre nosotros. Lo suficientemente cerca para que mis labios puedan saludar a los suyos. Lo suficientemente cerca para sentir la subida y bajada de su pecho mientras traga el aire. Lo suficientemente cerca para borrar el pasado, el dolor, los remordimientos.

Lo suficientemente cerca para que todo lo que conozca sea él.

Sus latidos suenan en mis oídos. Su ternura es un dulce sabor en mi lengua. Nos besamos como si no estuviéramos en el medio de la calle frente a un carro que acabamos de arruinar. Nos besamos como si nunca nos hubiéramos peleado. Como si nunca hubiéramos dicho una mala palabra sobre el otro. Como si nunca hubiéramos estado separados.

Su agarre se hace más fuerte como si tuviera miedo de que fuera un sueño, y eso me hace sonreír, me da valor. Me presiono contra él, moviéndolo hacia atrás hasta que su espalda choca contra el Rover. Llevo mis brazos alrededor de su cuello y me recuesto, besándolo hasta que se quede sin aliento.

El atrapa mis piernas. Debajo de mí, lo siento reacomodarse, ampliando su postura, deslizando sus manos bajo mi trasero y apretándome contra él. Lo extrañé tanto.

Mis dedos patinan sobre el dobladillo de su camisa y luego debajo para medir y marcar los abdominales esculpidos por horas en la piscina y el gimnasio.

En un torbellino de movimientos, Gideon abre la puerta del carro y me hace caer hacia atrás sobre el suave cuero graso. El empuja su duro cuerpo encima del mío, adaptándose al espacio que es familiar y extraño al mismo tiempo. Su boca está en mi cuello y sus manos están palmeando por todos lados.

“Afuera.” Tiré de su camisa. “Esto tiene que salir.”

Él lo saca por su cabeza, y me tomo un momento para apreciar la obra de arte que es el torso de Gideon Royal. Dios fue muy generoso cuando creo a Gid. El no solo tiene un rostro hermoso—esa dura mandíbula, su nariz recta, sus labios carnosos, sino que tiene un cuerpo que haría envidiar a una estatua.

Me lamo los labios con anticipación. “Lindo.” Y luego le hago un gesto para que venga hacia mí. Él lo hace sin decir palabra alguna.

El me saca mi propio top. Le ayudo a sacarlo. Lleva su boca a mi clavícula, sobre mi sujetador de encaje, luego deja besos traviesos sobre mi estómago. Él se mueve más abajo. Lo ayudo con mis botones, cremalleras y cordones y luego con sus botones, cremalleras y cordones.

Y luego solo somos nosotros dos, borrando nuestro pasado, aliviando nuestras heridas, y reemplazando todo lo malo con nuevas y preciosas memorias.

“Savannah,” él susurra, sacando las tres sílabas hasta que se sientan como todo un estribillo. El besa la curva de mi mejilla, frota su nariz sobre mi barbilla, besando el caliente hueco entre mis pechos. “Savannah,” él repite. “Te he extrañado.”

Hay verdadera soledad en sus palabras. Una seriedad que no puedo desechar.

“No me dejes ir esta vez,” murmuro sobre su sudorosa piel.

“No lo haré. Nunca lo haré. Te amo, Savannah.” Él se tira sobre mí, sus brazos tiemblan por el esfuerzo. “Desde el momento que te vi, mi corazón fue tuyo. Por favor dime que me aceptas de regreso.”

Me estiro y lo atraigo hacia mí, piel caliente sobre piel caliente. “Lo hago. También te amo, Gideon. Traté de detenerlo, pero es imposible. Nunca podrás deshacerte de mí.”

No es un trato; es una promesa. Sus ojos brillan con felicidad y su cabeza se sumerge para encontrarse con la mía una vez más. Lo acerco más, más profundo. Hasta que, en el callejón lleno de pecado, purgamos la oscuridad y la reemplazamos con nuestro puro y dulce amor.

Tarde, mucho más tarde, él se recuesta al lado mío. La fresca brisa se filtra a través de la puerta que está abierta. Gideon es muy alto para caber adentro. La exposición debería hacerme temblar, pero en cambio me río. Toda una multitud de personas podrían haber estado desplazándose alrededor del carro y yo hubiera sido ajena.

“¿Qué?” él se burla.

“Nada.” Pero me siento, cepillando mechones de cabello húmedo lejos de mi rostro. “Deberíamos irnos.” Miro alrededor buscando mi camiseta.

Él se endereza. “¿Sin merodear en frente de la escena del crimen?”

Le alcanzo su camisa. “Es la regla número dos del manual de Bonnie y Clyde.”

“¿Cuál es la regla número uno?”

Le lanzo una sonrisa. “Siempre cometer sus crímenes en conjunto.”

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