Savannah
Hace tres años
Tengo demasiada basura, determino
mientras me escabullo por mi habitación. Hay un montón de libros apilados sobre
mi escritorio. El mostrador de mi baño tiene más maquillaje que el contenedor
detrás de la tienda Sephora.
Recojo toda la ropa tirada en el
piso y la meto en mi closet. Me toma tres patadas hacer que la puerta se
cierre. Solo tengo dos pequeños cajones en mi tocador, así que terminé tirando
todos mis artículos de baño en la bañera y cerré la cortina. Quiero decir,
Cuándo Gideon va a abrir las puertas de mi closet o tomar una ducha, ¿cierto?
Me pongo un par de pantalones
cortos para dormir y una sudadera con capucha oversizes que hace parecer que no
tengo nada por dentro. La sudadera es por Gideon y los pantaloncillos son para
hacerme sentir más cómoda.
Mi teléfono suena.
Estoy aquí, dice el mensaje.
Salgo corriendo del baño y voy a
toda prisa hacia la puerta. Tengo mi mano en la perilla cuando escucho un
carraspeo detrás mío. Girando alrededor, encuentro a Gideon apoyado contra la
pared entre mis dos ventanas.
Jadeo. En realidad, el sonido que
sale es más como un chirrido. “¿Cómo entraste?” siseo.
Con un lado de su boca levantada,
el hace un gesto con el pulgar hacia arriba. Con los ojos abiertos, me apresuro
y hecho un vistazo. Como la mayoría de las casas grandes, tengo un balcón, pero
los que están en mis ventanas son los ‘balcones Julieta’, lo que significa que
las estructuras de un pie de ancho con la valla de hierro forjado que sobresale
de cada alféizar son simplemente de exhibición. No están hechas para subirse o
treparse.
Trato de volver a trazar su
camino. Ahí está el jardín, un caño de drenaje, el enrejado cubierto por
‘jazmín de Carolina’. El enrejado está hecho de cedro, pero no está bien
anclado al suelo. El chico que corta el césped lo hace constantemente de forma
irregular. Papá se queja de cómo tiene que recomponer el diario cada domingo.
Le hecho un ojo a Gideon
sospechosamente. “¿No lo hiciste?”
“Lo hice,” dice socarronamente.
Sus brazos están cruzados sobre su pecho, haciendo que sus bíceps sobresalgan
de una forma deliciosa. “Pero debo decir que sería más fácil si tuvieras un
árbol fuera de tu ventana. Tal vez podríamos plantar uno.”
“Seguro. Para que puedas usarlo
dentro de diez años más o menos.” Logro decir las palabras fácilmente a pesar
de la emoción que eso implica. ¿En serio cree que estaremos juntos tanto
tiempo?
El pensamiento de estar junto a
Gideon por años a partir de ahora, lo suficientemente largo como para ver un
árbol crecer desde una pequeña planta hasta un árbol maduro, me hace querer
aplaudir con alegría. Logro mantenerme controlada y ocultar esas alocadas fantasías
debajo de una cortina de indiferencia. Ya es suficientemente malo que le haya
enviado el selfie. No tengo que hacerme ver aún más desesperada.
“Los arboles de bamboo están
completamente maduros en seis días,” dice mientras cruza por la habitación y se
detiene frente a mi cama. Se quita los zapatos y se recuesta, colocando sus
manos detrás de su cabeza, buscando por todos lados como si aquí estuviera tan
cómodo como en su propia habitación.
Gateo hasta la cama, recostándome
pero dejando espacio suficiente como para que otra persona se ponga entre
nosotros. “Mamá lo cortaría antes de que me llegara a la rodilla. El bamboo no
va con su estilo de vida sureño.”
“Tu mamá ama el sur más que los
mapaches aman la basura.”
“Tú sabrás.” Mamá nació en
Connecticut, pero ella odia cualquier recuerdo de su pasado. En su mente, su
vida empezó cuando se inscribió en el estado de Mississippi. Desde su primer
año, ella ha estado tratando de borrar sus orígenes del norte. No es como si la abuela dejara que mi papá
olvide que se casó con una yankee.
Gideon da unas palmaditas sobre
el espacio entre nosotros. “¿Estás esperando compañía?”
“No. No te estaba esperando.” Me
escabullo y me pongo a su costado. El coloca un brazo por debajo de mi cuello y
coloca mi cabeza sobre el ligero descenso por debajo de su clavícula.
Su cuerpo es cálido y acogedor. Él
envuelve un brazo alrededor de mi pecho. “No podía estar lejos.”
Sus palabras son dulces. Arropada
entre sus brazos, me pregunto por qué me sentía preocupada. Él me ama. Sé que
lo hace. Él no podría sostenerme de esta forma si no lo hiciera.
“¿Alguna razón por la que no
usaste la puerta principal?” pregunté, tratando de mantener un tono casual a
pesar del fervor que está llenando mi corazón.
“¿Qué es lo divertido en eso?”
“Buen punto.” Pero eso me
preocupa. ¿Por qué no tocar la puerta? ¿Está tratando de ocultarse de mis
padres? “Mamá y papá te aman, lo sabes. No les importa si tú estás aquí.”
Él encoje los hombros. Siento el
movimiento debajo de mi cabeza y mi mano.
“Seguro, pero entonces tendría
que hacer el papel del chico bueno. Tomar un poco de té dulce con tu madre.
Hacer chistes malos con tu papá acera de como él me ofrecería algo más fuerte
pero soy menor de edad. Luego habrían un par de preguntas sobre mi papá y mamá
y de por qué nunca salen. Estoy aquí por ti, no por todo eso.”
Lo entiendo. En verdad lo hago.
Es un esfuerzo tener una pequeña charla con mis padres, y no debería tomármelo
como algo personal el hecho de que no quiera hacerlo. Todas esas cosas que él
odia hacer, las hacía el antiguo novio de Shea y al final resultó ser un gran
idiota.
“¿Quieres ver los deportes?” le
pregunto.
“Nah.” Pero toma el control
remoto de la mesa de noche y prende el televisor. The Real Housewives of
Beverly Hills aparece en la pantalla.
Me contraigo un poco,
preguntándome si debería estar viendo algo más inteligente o algo por el
estilo. Algo más interesante que un reality show presentando a mujeres ricas y
falsas mujeres ricas que pelean todo el tiempo.
Pero luego él dice, “Me gusta más
el elenco de New York.”
Me apoyo sobre uno de mis codos y
lo miro con sorpresa. “¿En serio?”
“Si, me gusta la chica delgada.
Es lista.”
“Un poco cruel, supongo.”
“Si. Creo que es porque ella era
la más pobre de todas y siempre estaba luchando por respeto. No se da cuenta de
que ahora que tiene dinero, ya no es inferior a las otras. Pero aún siente eso
y es por eso que actúa de esa manera.”
“Oh.” Eso fue inesperadamente
perspicaz. “Ella se compensa demasiado con mi madre.”
“No solo tu mamá. Lo veo en otras
mujeres también.” Él no dice nada más, pero es obvio que encuentra esa
personalidad simpática.
Es entrañable, realmente, lo
pensativo y generoso que es. ¿Ven? Tan
diferente al ex de Shea. O cualquier otra persona, para tal caso. Recuesto mi
cabeza de regreso a su hombro. Mientras vemos a las mujeres fingiendo comer,
beber mucho, discutir, comprar y beber aún más, su pulgar encuentra una tajada
de piel expuesta entre el dobladillo de mi sudadera y la pretina de mi short.
Su ligero toque me deja sin
aliento. Me olvide de las mujeres en la pantalla y sus mezquinas pero adictivas
peleas. Todo en lo que puedo pensar es en la pequeña parte de piel que él está
acariciando. La yema de su pulgar se mueve hacia adelante y luego hacia atrás
en un movimiento lento y repetitivo. El resto de mi cuerpo se pone celoso,
queriendo la misma atención, la misma sensación eléctrica.
Pero él no se toma la libertad,
aparentemente está contento de tocar esa pequeña área de piel desnuda. Aunque
no es suficiente para mí. Quiero más. Con él, siempre quiero más.
Me inclino y tiro mi sudadera a
un lado, exponiendo más de mí misma a él. Su palma hace contacto con mi
cintura. Él extiende su mano ampliamente, su dedo índice llega más allá de mi
ombligo, su meñique se encuentra en el pliegue donde mi pierna y mi cadera se
unen. Las puntas de sus otros dedos se deslizan por debajo del elástico de mis
shorts hasta llegar al hueso de mi cadera.
Mi boca se seca.
Doy un trago amargo mientras mi
sangre se calienta y empieza a recorrer mis venas. El golpeteo constante del
corazón de Gideon contra mi mejilla se hace más rápido. Él se inclina y lleva
mi mano hasta su pecho.
“Puedes tocarme tú también,
sabes,” susurra. Trazo un travieso dedo a lo largo de su camiseta de cuello
hasta la clavícula, deteniéndome en el borde y luego sumergiéndome en el hueco en la base de su
garganta. Su pecho es una piedra dura de músculos, formados gracias al
entrenamiento diario. Incluso bajo el algodón de su camiseta, puedo trazar
fácilmente las líneas de sus abdominales. Su caja torácica se llena y se
contrae mientras da una respiración temblorosa tras otra.
El ambiente está pesado. Ambos
estamos teniendo dificultades para respirar. Creo que esa es la razón por la
que busco su boca y él busca la mía. Somos el oxígeno del otro. Él sabe dulce,
el sabor adictivo.
Su mano se desliza más arriba,
dejando mis shorts para deslizarse a lo largo de mis costillas y deteniéndose
para envolver esos largos y elegantes dedos alrededor de la curva de mi pecho.
“¿Esto está bien?” pregunta.
“S-sí,” gruño.
Todo mi cuerpo se siente
diferente—ya no me es completamente familiar. La piel es escasa contra los
huesos, la sangre está corriendo rápidamente, mi cabeza está mareada. Me
acerco, queriendo que todo de mí toque todo de él. Mis piernas se entrelazan
con las suyas. Mi mano izquierda agarra su camiseta mientras que la derecha se
enrosca alrededor de sus bíceps.
Él rueda, poniéndome debajo de
él. Encuentro nuevos lugares donde tocarlo. Su amplia espalda se flexiona mientras
yo deslizo mis dedos sobre sus hombros, por su columna vertebral hasta llegar a
la cintura de sus jeans. Contra mi cadera, lo siento vibrar.
Espera. ¿Vibrar?
Gideon debe sentirlo también,
porque levanta su cabeza. Gimo por la pérdida de contacto.
“Lo siento”, él murmura y luego
se mueve a un costado.
Lo miro con frustración mientras
él introduce su mano en su bolsillo delantero y saca su teléfono. Me esfuerzo
por leer el nombre de la pantalla, pero no puedo distinguir nada antes de que
él deslice su dedo para contestar.
“¿Sí?” le ladra al auricular.
Tiro de mi sudadera. En el espejo
sobre mi escritorio, me echo un vistazo a mí misma. Mi cabello es un desastre
por los dedos de Gideon. Mis labios están hinchados por sus besos. Mis pupilas
están dilatadas y mis mejillas están enrojecidas. La sudadera está a punto de
caerse de un hombro. Mientras tanto, Gideon se ve igual a cuando lo vi por
primera vez en mi ventana.
Su cabello recortado está tan
limpio como siempre. Su camiseta no muestra ninguna arruga. Y, lo más
exasperante, él ni siquiera se ve como si hubiera pasado los últimos diez
minutos besándose conmigo. Su rostro no tiene expresión, sus mejillas
bronceadas sin marcas.
Me acomodo mi sudadera.
“Estoy ocupado ahora,” dice.
Tomo un poco de consuelo por la
brevedad de sus palabras. No suena feliz por la interrupción. Aun así, contestó
el teléfono. Yo creo que mi padre pudo haber entrado y yo no lo hubiera notado.
“¿Ahora?” el ceño fruncido arruga
su frente. “Está bien. Estaré ahí en diez minutos.”
¿Qué?
Él cuelga y se levanta de la
cama. “Lo siento Sav. Tengo que irme.”
“Uh-huh,” es todo lo que puedo
decir.
Mete sus pies dentro de sus botas
e innecesariamente endereza su camiseta. “No quiero irme, pero debo hacerlo.”
“Uh-huh.” Envuelvo mis brazos
sobre mi pecho.
Él se acerca y me abraza. “Te
llamaré cuando tenga un minuto.”
“Uh-huh.”
Pasa una mano por su cabello. “Realmente
lo siento, nena.”
Salgo de sus brazos y me dirijo
hacia la puerta. “Nos vemos después, Gid.”
Él me mira fijamente por un
segundo y sacude levemente su cabeza. Los escucho murmurar algo cuando se va,
pero ya no estoy interesada en sus problemas.
Cierro la puerta de mi habitación
y luego me tiro sobre la cama, luchando contra las lágrimas de ira y
frustración.
Nunca debí enviar esa fotografía.
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