CAPÍTULO 6
Gideon
Hace 3 años
Hace 3 años
“Lo siento,” dice Reed tan pronto
como yo le cierro la puerta a Savannah.
“¿Cuál es la emergencia?” le
pregunto secamente. Después de esta noche, sería un hombre afortunado si Sav me
hablara otra vez, y mucho más si me deja
poner un dedo sobre su perfecto cuerpo.
“Mamá. ¿Qué más? Tenía a los
gemelos fuera de su alcance, pero Easton vino a casa.”
“Oh, maldita sea.” Pero eso no
era más de lo que esperaba cuando contesté la llamada de mi hermano. “¿Dónde
están ellos?”
“En la suite de mamá. Ella
acorraló a los gemelos en la sala de cine, pero Easton fue capaz de llevarla
arriba. Yo puedo encargarme de ella, si tu prefieres estar con los gemelos,” se
ofrece.
“Yo me encargo de esto.” Lo
empuje en dirección a nuestra ala, que es donde, asumo, los gemelos se
encuentran. Mis hermanos pequeños no necesitan ver esta mierda. Demonios,
ninguno de nosotros la necesita, pero Reed y yo somos los mayores. Estamos aquí
para proteger a los demás, desde que nuestro viejo se olvidó de nosotros.
Hablando de nuestro padre ausente, pregunto, “¿Llamaste a papá?”
“Por supuesto. Tío Steve contestó
y dijo que papá estaba en una ‘reunión’.” Reed hace un gesto de comillas con
sus dedos.
“Entiendo.” En otras palabras,
papá estaba desvistiendo a alguna ramera y no podía contestar.
Subí las escaleras de dos en dos.
Tal vez pueda arreglar todo esto en los siguientes treinta minutos y luego
arrastrar mi trasero donde Sav. Podemos ver una película en su casa. O podemos
ir a otro lugar. Sé instintivamente que mientras menos tiempo pase, tengo más
posibilidades de que me perdone.
Un mal presentimiento se arrastra
sobre mí en el momento en el que llego a lo alto de las escaleras. El llanto de
mamá se puede escuchar desde el pasillo. Me detengo afuera de la puerta doble y
tomo un tenso aliento antes de entrar.
Encuentro a mamá de espaldas a
mí, sentada en el sofá en frente de las puertas francesas. Las ventanas están
abiertas y el cuarto está helado. Un rápido vistazo del cuarto revela dos
botellas vacías en su vestidor. Cruzo la habitación y descubro a Easton sentado en el piso junto a sus pies.
Hay otra botella entre sus piernas, pero no es el licor lo que me preocupa. Es
su inusual tranquilidad. Supongo que está borracho.
“Gideon, cariño,” mamá llora. Levanta
una copa de vino medio llena en mi dirección. “Estás aquí.”
“Estoy aquí,” digo, agarrando la
copa antes de que derrame su contenido sobre la cabeza inclinada de mi hermano.
“No cierres las puertas,” me dice
mientras muevo las cortinas de seda fuera del alcance de las manijas. “Está muy
cargado aquí dentro.”
“Vas a coger un resfriado,” le
respondo y cierro las puertas de todas maneras.
Ella hace un puchero. “Easton y
yo estábamos disfrutando del sonido del océano. Tan tranquilo, ¿no crees?”
No tengo idea a quién le está
preguntando, pero Easton está demasiado ido para contestar. Tiro de su barbilla
hacia arriba y tengo una buena vista de su rostro. Sus pupilas están del tamaño
de una moneda.
“Pondré un poco de música para
ti.”
Recojo el control del cuarto y pongo algo de música relajante. “Quiero escuchar el océano,” ella
se queja. “El verdadero. No sonidos falsos. No quiero nada falso aquí.”
Ignorándola, regreso al sofá y me
agacho donde Easton. “¿Estás bien?” El rueda la cabeza hacia a mí y me da una
breve y descuidada sonrisa. “Hermano.” Mi corazón se encoje. Esto está muy mal.
“Dame un segundo y te sacaré de aquí”.
Sus ojos vidriosos no pueden
registrar mucho del todo.
“Mamá, Easton necesita irse,” le
digo.
“Pero no quiero estar sola.” Sus
delgados dedos agarran mi muñeca. Podría liberarme fácilmente, pero su
fragilidad me sostiene más fuerte que cualquier cuerda.
Estos últimos meses, ella la ha
estado pasando muy duro. Bebiendo más, tomando más pastillas. Mientras tanto,
papá afuera haciendo quién sabe qué, dejándonos a nosotros a cargo de mamá.
Cuidadosamente, suelto su mano.
“Lo sé. Yo voy a estar aquí.” Lo que significa que no podré ver a Sav esta
noche.
“Todos nos quedaremos. Tú, yo y
el querido Easton.” Su mano cae sobre la cabeza de Easton. Él se estremece
levemente.
“Él tiene tarea.” Ella le toma
mucha importancia a la escuela y odia cuando nos la saltamos. O solía odiarlo
antes de que se pierda dentro de su mente. Sin esperar respuesta, pongo a
Easton de pie. Él está ganando bastante músculo sobre su cuerpo delgado y ya no
es tan fácil arrastrarlo como lo era hace un año. “Vamos, hermano bebé.”
Murmura un suave gracias mezclado con las protestas de mamá.
Con uno de sus brazos colgados sobre mi hombro, lo arrastro hacia afuera y lo
llevo a su habitación. Es un desastre. Hay ropas y libros en el suelo. La
puerta de su mini bar está abierta y la televisión está a todo volumen.
“Mierda, está muy ruidoso.” Lleva
una mano a su oreja.
Dejo caer al niño en su cama y
camino hacia el televisor para apagarlo manualmente. No tengo idea dónde está
escondido el control remoto. Luego, le quito los zapatos a Easton y lo
desvisto. Él está tan fuera de sí que no pone resistencia. Gracias a Dios por
estos pequeños favores. Lo meto bajo sus sábanas y salgo de la habitación.
En el puente que separa la
habitación de los niños con la suite de papá y mamá, me detengo y miro las
escaleras. La urgencia de huir recorre sobre mí. Podría tomar las llaves de mi
carro y escapar de aquí. Ir al otro lado del país, perderme en el bosque o en
las montañas. Cualquier lugar para perder parte de la responsabilidad de esta
familia que pesa sobre mí como un manto de hierro.
Pero esa no es una opción. No
puedo dejar a mis hermanos.
Me doy a mí mismo una bofetada
interna. Después de esta noche, voy a conseguir algo de ayuda para mamá y
Easton. Debe haber algún doctor que pueda contratar para que venga a casa a tratar
lo que sea que tengan.
Depresión, supongo.
Cuando regreso al cuarto de mamá,
ella seguía en el sofá, mirando a las cortinas cerradas.
“¿Por qué no tratas de dormir un
poco?” le sugiero, oscureciendo las luces antes de cruzar la habitación para
llegar a ella.
“No puedo dormir si tu padre no
está aquí.”
“Claro que puedes.” Deslizo mis
brazos por debajo de ella y gentilmente la llevo hacia su cama.
“¿Sabes algo sobre él? Tu padre,
quiero decir” pregunta.
“No, señora.”
“Por favor no me dejes,” me
suplica. “No puedo estar sola esta noche.”
Las lágrimas se filtran de sus
ojos. La agitación en mi barriga se intensifica.
Me esfuerzo por encontrar las
palabras correctas para que deje de llorar. “Él te ama. Está ocupado porque nos
quiere ofrecer lo mejor.”
“¿Los negocios son más importante
que yo? ¿Qué su familia?”
“No lo es.” Al no saber qué
decir, las lágrimas y la culpa siguen viniendo. Arrastro una silla hasta la
cama y saco celular. Mientras ella divaga, le mando un mensaje a Sav.
Siento lo de hace un rato. Cosas de familia. Te veo en la mañana.
Hagamos algo mañana en la noche. ¿Ok?
Como era de esperar, ella no
respondió. Recuesto mi cabeza sobre mis manos y espero a que mamá se duerma.
Por lo ebria que está, tardará demasiado tiempo en perder el conocimiento.
Finalmente, a eso de las dos y las tres, los quejidos lastimeros y
desconsolados son reemplazados por un suave ronquido. Llevo mi cansado trasero
hacia mi cuarto y me duermo inmediatamente.
Me despierto unas cuantas horas
más tarde por el chirrido de mi celular. La aplicación de seguridad me alerta
que hay alguien en la puerta principal. Un poco atontado, pongo la cámara de
seguridad. La cámara de la puerta principal muestra a la esposa de mi tío Steve
en la parte frontal. Hecho un brazo sobre mi cabeza. Increíble. Justo lo que
necesitaba. Otra distracción femenina.
Me obligo a levantarme de la
cama. Estoy usando los mismos jeans y la camiseta de ayer. Necesito tomar un
baño y afeitarme, pero primero, supongo que debo descubrir que es lo que Dinah
O’Halloran quiere.
“Buenos días, señora,” digo
mientras abro la puerta. Dinah aparece, oliendo a flores frescas. Su cabello
rubio sale volando como una cortina de seda detrás de ella. Puedo ver por qué
Steve se casó con ella. Es preciosa como cualquier modelo, pero hay algo que me
pone nervioso a pesar del hecho de que ella no ha sido más que decente para con
nosotros. A pesar de eso, a mamá no le gusta. Tal vez yo he permitido que eso
influya en mí.
“Steve se contactó conmigo esta
mañana y dijo que tu madre lo llamo muchas veces anoche. Me pidió que venga a
ver cómo están todos ustedes.”
Instantáneamente, mi espalda se
endureció. El desastre de los Royal debería ser atendido solo por los Royals y
nadie más. “Estamos bien.”
Dinah sacude su cabeza. “No tienes
que pretender conmigo. Somos prácticamente una familia.” Palmea mi mejilla
antes de adentrarse en lo profundo de la casa.
Cierro la puerta y voy detrás de
ella. No quiero que vea a mamá, lo que significa que Dinah debe quedarse en el
primer piso. “Um, ¿Quieres algo de comer o beber?”
“Oh, cariño, yo puedo atenderme a
mí misma. De hecho, ¿por qué no haces el desayuno para ti y tus hermanos?
¿Cuándo se despertarán?”
Mi estómago gruñe. Froto mi tripa
y hecho un vistazo hacia las escaleras. “Reed se despertará pronto. El resto se
levantará en una hora.”
“Deja que tu hermano y tú se
alimenten primero, entonces.” Ella se dirige hacia la cocina, y yo la sigo
obedientemente.
“¿Necesitas ayuda?” me ofrezco.
“De ningún modo. Toma asiento.” Golpea
suavemente una de las sillas de la barra. Luego, actúa como si estuviera en su
casa, sacando todos los huevos y la mantequilla del refrigerador, y ollas y
sartenes del gabinete al lado de la estufa. “Steve y tu padre debieron tener
una noche muy ocupada.”
“No lo sé.”
Ella lanza una divertida sonrisa
en mi dirección. “No necesitas encubrir a tu padre, cariño. Soy lo
suficientemente mayor para saber darme cuenta de lo que ocurre. Steve siempre
ha tenido un ojo desviado.”
Me ruborizo, sin saber qué
responder, pero Dinah empieza a parlotear.
“Sin embargo, me siento mal por
tu madre. Ella tiene todas estas responsabilidades y nada de ayuda. Es por eso
que vine. Para ver qué puedo hacer para aliviar su carga.”
Dinah se mueve alrededor de la
cocina, batiendo la mezcla para panqueques, friendo tocino, calentando el
jarabe. En menos de un segundo, hay un gran montículo de comida en frente de
mí. Por un momento, me sorprende que pudiera cocinar—ella siempre se comporta
como una princesita mimada. Pero luego recordé que Dinah no proviene de una
familia con dinero. Se casó con él, lo que significa que probablemente sabía cómo
cuidar de sí misma antes de que conociera al tío Steve.
“Gracias, señora.”
Ella me despeina mi cabello como
si fuera un niño pequeño. “No me llames señora. Me haces sentirme vieja.
Llámame Di.”
“Está bien.” Respondí entre los bocados
de comida. No voy a discutir con la mujer que acaba de hacerme el desayuno. “Estos
panqueques están increíbles, Di.”
“Bien. Me alegra oír eso. Es
sorprendente cuánto puedes comer y aun así mantener un cuerpo en forma.” Sus
dedos pasan por mi hombro cuando pasa junto a mí.
Es incómodo, pero no significa
nada así que mantengo mi boca cerrada. No hay necesidad de quejarse por un
inocente roce. Además, tengo cosas más importantes en las que pensar, como lo
que tengo que hacer para que Sav pueda perdonarme. Dejo escapar un profundo
suspiro antes de meter más panqueques en mi garganta.
“¿Qué vas a hacer hoy?”
“Disculparme,” se me escapó y
luego lo lamenté de inmediato.
“Oh, ¿qué pasó? ¿Tienes problemas
con alguna chica? Cuéntale todo a Di.” Ella coloca ambos codos sobre el
mostrador y se inclina hacia mí. El cuello V de su camiseta se abre y puedo ver
su parte delantera.
Aparto mi mirada y veo por encima
de su hombro. “No es nada.”
“Cariño, te ves como si el peso
del universo estuviera sobre tus hombros. Soy una mujer joven que estuvo
soltera hasta no hace mucho tiempo. Apuesto a que puedo ayudarte a salir de
cualquier situación complicada en la que te encuentres.”
No es como si estuviera lleno de
buenas ideas. “Puede que haya echo enojar a mi novia,” admito.
Dinah ladea la cabeza. “¿De ese
modo?”
“La invité a venir, pero…” Tomé
una pausa, sin querer revelar toda la porquería de mi casa a nadie, ni siquiera
a la esposa de Steve. “Necesitaba ayudar a mi hermano en una cosa anoche y la
tuve que enviar a casa.”
Ella pasa su delgado dedo sobre
sus labios. “A las chicas les gustan los grandes detalles. ¿Ustedes los niños
no hacen invitaciones para el baile de promoción en estos días?”
“Si, supongo.” Algunos chicos han
hecho cosas extremas para invitar a las chicas al baile, como crear un tesoro
escondido. Decker Henry montó un caballo blanco por la calle con un cartel
detrás de él. A su novia le encantó, aparentemente. Lo amó tanto que le cedió
la V[1]
incluso antes del baile.
“Entonces has algo por el estilo.
Que sea grande y llamativo. Ella amaría eso.”
Grande y llamativo, eh? No quiero
montar un caballo, pero podría hacer un espectáculo por mí mismo. Le doy una
mordida más a mi comida y me bajo de la silla.
“Gracias por el desayuno.” Cuando
escucho los pasos de Reed en la puerta, lo llamo para que entre. “Dinah cocinó
para nosotros. Panqueques. Tocino. Toda la cosa.”
Sus ojos se dilatan de emoción. “¿En
serio? Estoy hambriento.” Luego se detiene en su lugar, porque la cocina es del
dominio de nuestra madre.
“Yo ya comí,” le aseguro.
“Increíble.” Aliviado, toma
asiento.
“¿Puedes llevar a Easton y a los
gemelos a la escuela? Me estoy llevando la camioneta de Easton esta mañana
porque Sav tiene mi carro.”
“Seguro.”
Dejo a Reed llenando su boca y
rápidamente subo las escaleras para alistarme.
“¡Gideon!”
Me giro para encontrar a Dinah
justo detrás de mí. “Oh, oye, ¿Qué sucede?”
Ella desliza un brazo alrededor
mío y tira de mí para darme un abrazo. Incómodo, palmoteo suavemente su espalda
y trato de evitar que sus senos se aplasten sobre mi pecho.
“¿Por qué fue eso?”
“Te veías como si necesitaras un
abrazo y un beso.” Me da un beso en la mejilla.
“Ups. Te dejé un poco de labial.”
Ella desliza un dedo sobre mi pómulo. “Todo bien.”
Tengo ganas de frotar una mano
por mi cara pero no quiero verme como un idiota. “De nuevo gracias por el
desayuno.”
“No hay cuidado. Puedo venir en cualquier
momento y ayudar.”
Corro hacia las escaleras. En un
instante, estoy limpio, vestido, y listo para irme. Mi primera parada de la
mañana es la tienda de flores más cercana.
“¿Cuántas rosas tiene?” Le
pregunto al empleado.
“¿En la tienda?”
Saco mi billetera y dejo caer
varios billetes en el mostrador. “En toda la tienda,” afirmo.
Resulta que el florista tenía
doscientas de ellas. Una hora después, también he dejado limpias a otras tres
tiendas más.
Gran detalle, aquí voy.
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