jueves, 12 de octubre de 2017

Tarnished Crown (Erin Watt) En español - Capítulo 4


CAPÍTULO 4
Gideon

Tres años atrás

—Retiro lo dicho. Definitivamente deberías invitar a las Montgomerys—. Observo el pasillo, deseando tener otro vistazo de Savannah. Ella no está aquí, pienso que es porque yo soy un senior y ella una estudiante de segundo año, lo que significa su fila de casilleros está al otro extremo del edificio.
—Pero acabas de decir que no saldrías con alguien que se junte con Jordan Carrington— me recuerda Bailey.
—Y no lo haré.
Arruga su frente confundida. —Entonces por qué…— se corta a sí misma. —¿Estás hablando de Savannah? ¿No es muy joven para ti?
—Las jóvenes son mejores— dice Tres, agarrándome del hombro y sacudiéndome bruscamente. El no mide su propia fuerza. —Puedes entrenarlas. Decirle que solo quieres verla los fines de semana y eso si no tienes otros planes. También le puedes enseñar a no enviar mensajes de texto durante los partidos de los Tar Heels.
Bailey se detiene, se cruza de brazos, y dispara dagas en dirección a Tres. Le toma unos cuantos peligrosos segundos para darse cuenta de lo que ha dicho. Cuando sus despreocupadas palabras se cruzan con la expresión cabreada de su novia, sus ojos se abren cómicamente.
Levanta ambas manos sobre su pecho, haciendo un gesto de suplicando inocencia o estupidez. En el caso de Tres, probablemente sean ambas.
—No me estoy refiriendo a ti, bebé. Me encanta pasar el tiempo contigo, — declara. Luego, se encarga de cavar su tumba aún más. —Me gustan las chicas experimentadas.
—¿Experimentada?— ella grita. —¡Me estás llamando fácil, Hamilton Marshall Tercero!—. Ella le golpea en la espalda con su bolso.
—No. No. No. No eres una fácil. Tú eres decente. Muy decente.
Alrededor nuestro, hay jadeos de conmoción. Bailey se pone completamente roja y Tres luce como si quisiera morirse. Me recuesto sobre mi casillero y observo el show con diversión.
Tres gira alrededor e introduce la contraseña del casillero de Bailey, luego saca sus libros para la clase de la mañana. —Déjame llevar estos libros por ti y acompañarte a clases, bebé.
Bailey no quería saber nada. Ella arranca los libros de sus brazos. —No es fin de semana, bebé, así que no necesitamos pasar el tiempo juntos—. Ella se encoge de hombros y se va.
Tres va detrás de ella. —Bailey. ¡Lo siento! Sabes que te amo.
Ella se mete a su salón de clases, dejando a Tres en medio del pasillo con los hombros caídos.
Abatido, el deambula de regreso a mí. —Gid—, se queja. —¿Por qué no me golpeas en la boca cada vez que estoy por decir algo estúpido como eso?
—Porque mi mano estaría adolorida.
—¿Por un golpe?
—Porque dices estupideces como esa todo el día.
Tres hace una mueca. Lo agarro por los hombros y lo llevo a nuestra clase. Nuestro primer periodo es en el salón de estudio, lo cual es bueno ya que no soy una persona mañanera.
—No te preocupes, hombre. Ella estará de vuelta en tu regazo para la hora del almuerzo.
—Tengo el segundo y tercer periodo con ella—, se queja. —Va a estar mirándome todo el tiempo.
—Mejor es tener su mirada furiosa sobre ti a que no te dirija la palabra.
—El trato silencioso es el peor— acepta. —¿Estás seguro sobre esa chica Savannah? Dejando las bromas a un lado, ella es joven, y si la persigues, ella se convertirá en un blanco.
—¿Para quién?
—Chicos que querrán decir que la hicieron suya primero. Chicas que estarán celosas de tu atención. Ya sabes como es este lugar—. Extiende sus brazos. —Serpientes a la derecha. Buitres a la izquierda.
—¿Qué depredador somos nosotros?
—¿Serpientes?
—Yo prefiero buitre. Al menos estaríamos arriba en el cielo.
—Vez. Incluso tú quieres tener la ventaja.
Suspiro. —¿Desde cuándo las citas se volvieron tan complicadas?
—Mantente en tu propio carril—, me aconseja mientras llegamos al salón de estudio. —No tiene sentido arrastrar a una pobre estudiante de segundo año a la arena, especialmente si no vas en serio.
Dentro del salón, saludamos con la cabeza a unos compañeros y luego dejamos caer nuestras cosas en la mesa de la esquina, en la cual Dane Lovett se encontraba recostado. Sus libros están abiertos, pero él está ocupado escribiéndole a alguien.
—Estoy pensando en dar una fiesta esta noche. Tipo un día de apertura, bienvenida de vuelta a clases o algo así—. Dice sin mirarnos.
—Nah, vamos a ir a Rinaldi—, dice Tres.
—Aburrido— entona Dane.
—¿A quién invitarás?— pregunto, mis pensamientos regresan a Savannah Montgomery. Sus ojos pardos están atrapados en mi mente. No sé si alguna vez he visto a alguien mirarme con esa adoración. Fue…encantador.
—Los de siempre—. Menciona unos cuantos nombres.
—Deberías invitar a las Montgomerys.
Tres levanta sus cejas, preguntándome si estoy hablando en serio. Encojo los hombros. No lo sé, pero me gustaría volver a verla.
—¿Shea?— Dane asiente con la cabeza. —Claro—. El empieza a teclear algo y de pronto me mira. —Espera. ¿Montgomerys en plural? ¿Hay más de una?
—Hay una hermana— dice Tres.
Dane hace una mueca. —¿La hermana de Shea no está en la escuela media?
—Nop. Es una estudiante de segundo año. Es su primer día aquí.
La expresión de Dane se ilumina. —Oh, genial. Carne fresca. Me encanta—. Saca su lengua y hace un guiño.
Tres hace un gesto de corte a través de su garganta, pero Dane no lo nota. Él está muy ocupado mensajeando.
—No hay nada como tenerlas cuando están ilusionadas— continúa —Así ellas tienen cero expectativas y puedes hacer lo que quieras con ellas—. Me mira —¿Cómo dices que se llamaba la hermana?
Coloco mi mano sobre la pantalla de su celular. —Ella no es para ti.
Dane se paraliza. —¿Qué?
En ese momento, Tres cruza los brazos sobre su pecho y me observa con asombro. Y ni siquiera me interesa. Tomé una decisión. Soy lo suficientemente serio, porque la idea de Dane poniendo una de sus sucias manos sobre Savannah no me sienta bien. Ni un poco.
—Ella no es para ti—. Retiro el celular de su agarre y lo coloco en la mesa. —Encuentra a otra chica. Savannah Montgomery está fuera del mercado.
—¿Desde cuando?
—Desde ahora.
—¿Tu?— agita su cabeza incrédulo. —¿Alguna vez te enrollaste con alguien más joven que tú? Creí que te gustaban las universitarias porque sabían lo que hacían y había menos probabilidades de convertirse en una persecución grado cinco.
Pasé un dedo sobre mi nariz. Eso suena como algo que hubiera dicho.
Tres golpea el respaldar de mi silla. —Además, hace media hora estaba diciendo que iba a ser un monje este último año porque no quería lidiar con ningún lloriqueo cuando se vaya.
Dane me inspecciona por un segundo y luego coge su celular, aparentemente cree que no estoy hablando en serio. —¿Estás dentro o fuera esta noche?
—Fuera
—¿Por qué? Le acabo de escribir a 5 personas que vas a estar ahí.
—Nos vamos a encontrar en el Rinaldi— le recuerda Tres.
 —Entonces ven después. La fiesta recién estará comenzando.
—Le preguntaré a Baile—, dice Tres.
—¿Tienes que preguntarle a Bailey antes de ir a cagar?— se queja Dane.
Atrapo el brazo de Tres antes de que aterrice su puño en la cabeza de Dane. Nuestro amigo vuelve a seguir texteando.
—¿Qué tiene esta chica Savannah que te gusta mucho?— murmura mientras sus dedos se deslizan por las teclas. —Si es hermana de Shea, entonces es probable que la chica sea fría y manipuladora como el infierno.
Estiro mis piernas, doblo mis brazos detrás de mi cabeza, y cierro mis ojos para evocar el rostro de Savannah. No había nada frígido en ella. Al menos no cuando me miró.

#

En la casa de Dane había unos cuantos coches estacionados alrededor que resultaba casi imposible llegar a la puerta principal.
—Solo estaciónate en el césped—, gimió Bailey. —No quiero caminar— coloca su pie en uno de los apoyabrazos. —Estoy usando unos Louboutins de cuatro pulgadas. Mis suelas se van a rallar.
—Yo te llevo bebé— se ofrece Tres.
Hago una maniobra por la entrada hasta estacionar el Range Rover en el césped. Tres salta afuera e inmediatamente corre al lado de Bailey. No le pregunto por qué está usando zapatos con los que no puede caminar, porque su respuesta será que a Tres le gustan. Esa es su respuesta desde el primer momento en el que empezaron a salir. Si ella lleva los pantalones en la relación, es porque está un 100% comprometida en hacerlo feliz.
Él la jala fuera del auto, sus piernas cuelgan sobre un brazo y su cuerpo está acunado en el otro. —Mierda, bebé, te ves muy ardiente esta noche. Podría comerte.
El acaricia su cuello mientras ella chilla agradecida. El sonido envía un extraño remordimiento dentro de mi pecho. Meto mis puños dentro de los bolsillos de mi jean y camino hacia la puerta trasera. Estamos a principios de otoño, lo que significa que cualquier fiesta que Dane esté dando se realizará afuera en la piscina.
Efectivamente, una multitud de cien o más personas estaban reunidas en el patio trasero. Palmoteo algunas manos, espaldas y traseros mientras me abro camino en medio de la multitud.
—¿Cola o sprite?— Dane coloca dos botellas en mi mano.
Hago una mueca. —¿No hay cerveza?
—Solo hay bebidas combinadas esta noche. Los siento.
—Sprite entonces—. Cola significa ron, y no quiero bebidas dulces. Entrego la botella de cola a Beiley que está detrás de mí. Observo los rostros y marco los que ya conozco hasta que encuentre a la chica por la que he venido. Ella no me ha visto todavía; está ocupada conversando con un chico que no conozco. En efecto, hay muchos idiotas alrededor de ella.
Pongo una mirada acusadora sobre Dane. —¿Se te ocurrió mencionarle a alguien mi interés por Savannah?
El encoge los hombros. —No lo sé. De repente se me escapó.
—Seguro que si—. Idiota.
—Mira, nuestro último año va a ser aburrido como el infierno. ¿Qué hay de malo en tener nuestro propio entretenimiento?—. Desliza un brazo a través de mi hombro.
—Tienes unos pasamientos del culo, Dane.
—Lo sé. Y soy muy viejo para hacer algo al respecto.
Quito su brazo y sigo de frente, pisando algunos dedos en mi camino hacia Savannah, Shea, y la serpiente, Jordan. Hay otro par de chicas sentadas ahí, pero no me interesa recordar sus nombres.
Leighton Park está sentado al final del diván en el que Savannah y Shea están sentadas. Le toco el hombro. Me mira enojado, un porro sobresale por el costado de su boca.
—Muevete—, le ordeno.
El parpadea un par de veces antes de dar una profunda pitada. —Me gusta aquí—. Da una palmada en el cojín, colocando su mano peligrosamente cerca al trasero de Savannah. —El paisaje es agradable.
Ajusto mi mandíbula.
Detrás de mí, puedo sentir los ojos de la mitad de mi clase. Así que quieren un espectáculo ¿eh?, quien soy yo para negarles eso.
Le arranco el porro a Leighton y lo arrojo a la piscina. Eso lo hace sacar su culo de la silla.
—¡Imbécil!— el grita, y luego, como estúpido, se zambulle en la piscina detrás de su porro.
—¿Qué tan drogado está?— le pregunto a las chicas.
Todas encogen los hombros, a excepción de Savannah, quien responde: —solo lo encendió.
Le hago una señal a Dane para que se acerque. —Puedes darle esto de regreso cuando se haya arrastrado a si mismo fuera de la piscina.
Le extiendo el porro aún encendido que pretendía tirar en el wáter, y luego tomo el lugar que Leighton acaba de dejar libre.
Las chicas me miran sospechosamente, pero, nuevamente, es Savannah la única que tiene las bolas –no, los ovarios- para decir algo.
—¿Todo porque querías el sitio de Leighton? Podía haberme movido.
Shea pega su mano contra su rostro ante la torpeza de su hermana, mientras Jordan se burla. —Esa es la razón por la cual los estudiantes inferiores no deben mezclarse con nosotras. Eres muy estúpida para vivir.
A Savannah se le cae la cara de vergüenza. Jesús, Jordan es una víbora.
Estoy por tomar a Savannah de la mano y llevármela lejos, pero las palabras de Tres regresan a mi mente. Él me dijo que salir con ella la convertiría en un blanco, y tenía razón. Los chicos estaban todos sobre ella cuando llegué, y Jordan está preparando un pozo para que Savannah caiga en él.
Huir no está en mi naturaleza. Soy Gideon Royal, heredero de una enorme fortuna. Suelo obtener siempre lo que quiero, y la quiero a ella.
Pero tal vez, solo esta vez, debo pedir su permiso primero. A pesar de su edad, Savannah creció en este mundo. Ella tiene que saber que eres el depredador o eres la presa. Así que decidí dejarla hacer su elección.
Sonriéndole, volteo mi mano y pongo la palma arriba. —Ya estoy cansado de este lugar. ¿Quieres ir a dar una vuelta?

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